Yo nací en 1968. En España aún gobernaba el dictador Francisco Franco. Su gobierno se había establecido tras ganar una guerra entre hermanos, provocada por el golpe de estado que él y sus socios habían dado en España el 18 de julio de 1936 (este martes se cumplirán 87 años de aquel evento).
Apenas unos años después, se originó en Europa , y después se extendió a casi todo el mundo, la II Guerra Mundial. Más violencia que, tras millones de muertos en las trincheras, las ciudades, los campos de exterminio y cualquier rincón de la mar océana, configuró el mundo tal y como se conoció hasta los 80, cuando cayó el Muro y todo volvió a cambiar.
Ahora vivimos una guerra en esa indeterminada zona en que Europa y Asia se conocen. Poco reseñable, salvo por su cercanía y el impacto que ha tenido en nuestras vidas (las nuestras son más valiosas que las de quienes la sufren, así funcionamos). En todo caso, sin querer quitarle importancia, nada que no conozcan con más crueldad, si cabe, en Palestina, la Península Arábiga, Etiopía, Haití o Afganistán, entre otros lugares.
Según un artículo de la BBC, que cita al paleoantropólogo francés Pascal Picq, autor de Et l'evolution créa la femme, “los humanos estamos dentro de las especies más violentas hacia sus hembras”. Somos una especie violenta y la violencia forma parte de nuestras vidas.
La violencia física es algo que asociamos mucho a los hombres. La testosterona y esas cosas. Sin embargo, a mis 55 años, creo que solo dos veces en mi vida me peleé físicamente. En segundo de parvulitos, en clase de Sor Antonina, que me castigo porque provoqué que mi amigo Luis Enrique se diera en la cabeza contra un radiador de aquellos de metal enormes. Luchábamos con cinco años por ser el gallito delante de una niña que nos gustaba, Izaskun. Bueno, yo al menos, peleé por eso. No fui más fuerte. Solo tuve “suerte” con el coscorrón. La segunda vez ya era preadolescente y me enzarcé con mi amigo y vecino (y nieto de un primo de mi abuela) Pedrín. Hace unos meses le di mi pésame por la muerte de su madre, aún vecina de mis padres.
Más allá de eso no voy a decir que no he mostrado nunca agresividad, pero no es mi estado natural y nunca me he metido en más problemas, que yo recuerde.
Violencia y política
Cuando me tocó hacer el servicio militar, me hice objetor de conciencia y cumplí mi servicio en la Cruz Roja de Barakaldo organizando programas de acompañamiento a personas dependientes y repartos de excedentes alimentarios de la Unión Europea entre lo que la prensa denomina “población desfavorecida” para no nombrar la pobreza.
Eso no me impidió volver a convivir con la violencia. Si bien nací en la España de 1968, crecí y me hice adulto, con conciencia política y todo, en la Euskadi de los 70 y 80. Mi primera participación como sujeto de derechos políticos activos fue el 12 de marzo de 1986. Un 12 de marzo en que se celebró, cuando yo tenía dieciocho años y cinco días, el referendo sobre la pertenencia de España a la OTAN. Voté en contra. Y escribí en contra en un cuento incluido en un panfleto de Euskadiko Ezkerra en mi pueblo.
Nueve años después, en esos mismos meses pero de 1995, tomaba la determinación de aceptar ser candidato a alcalde de mi pueblo, Galdakao, en representación del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSOE). Las elecciones fueron en mayo de aquel año. El terrorismo estaba al pil-pil , como decimos aquí. Poco después, los concejales socialistas, junto con los del PP y muchas otras personas en función de su ideología o su profesión, pasamos a ser objetivos de la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Y yo porté un arma de calibre 9 mm parabellum durante cuatro años. Después fue también mi entonces esposa la que tuvo que vivir escoltada por su compromiso político. Y con ella mi hijo, que subía en coche a la Ikastola Eguzkibegi con ama y “sus amigos”. Y pasaron los años. Y vencimos a ETA.
Mi hijo nació también un 12 de marzo. En 2004. El día anterior, en el corazón de Madrid y en algunos de los barrios más populares de su entorno, a lo largo de la línea de Cercanías de Renfe, varias explosiones, programadas por una célula terrorista islámica radical, mataron a más de 190 personas. Estábamos, como hoy, en vísperas de unas elecciones generales. Ni todo el terrorismo de ETA de décadas provocó tanta estupefacción de una sola vez como aquel acontecimiento. (Y fueron muchos los atentados horribles y masivos en su historia, pero nunca nada de esa magnitud).
España había entrado en guerra en Irak con informaciones falsas y declaraciones de políticos cargadas de mentiras. Efectos secundarios terribles de que la nación más poderosa de la Tierra hubiera sido atacada tiempo antes en su corazón financiero. En lugar de colaborar con nuestra mejor arma en aquella región, nuestros servicios secretos, participamos militarmente, contra la opinión de todos los expertos, de nuestros servicios de inteligencia y del sentido común.
La paz
Al parecer es un concepto casi inalcanzable. Me gustaría saber si alguna vez desde que somos especie, hemos dejado de guerrear entre nosotros. Me temo que no. Pero hoy me siento libre. La política y la policía parecen controlar las expresiones más terribles del terrorismo islámico. ETA fue derrotada hace lustros. En nuestro país ya no hay más violencia de origen político que la verbal.
Sin embargo, aún siguen siendo asesinadas demasiadas mujeres por su condición. Aún siguen los asesinatos o las palizas a quienes son diferentes. Aún mueren niños en nuestras costas. La violencia adquiere muchas caras. Bien lo se por trabajo. Tanto en la violencia intrafamiliar, como en la machista (hablo como profesional, no como el político que no soy). El sufrimiento sigue.
Cabe pensar que somos una especie con tendencia a la violencia. O quizás es el sistema en el que vivimos. La competitividad, la necesidad de aplastar al otro. Me acuerdo de La nausea de Sartre o de la obra de Camus. Para muchos seres humanos la falta de oportunidades, la guerra o la pobreza extrema, cuando no su identidad nacional, sus creencias o su sexo, les colocan frente al dilema de si la vida tiene un propósito. Nos hablan de progreso y futuro (aún más en campaña). Sartre -entiendo que no es una gran influencia para un feliz domingo, lo lamento- sentía esa nausea al llegar a la convicción de que no. De que la vida no merecía la pena. Posiblemente fue autor de un “proto-Matrix”. O quizás solo un ser atormentado y deprimido.
Conclusión feliz
Dejadme que vuelva mi mirada a nuestros ombligos. Pero también como un acto de reivindicación de que acabar con el mal es posible, más allá de Marvel o DC (si es que los buenos no eran en realidad parte de los malos). El domingo que viene iremos a votar en toda España sin que en nuestro país exista ya la violencia de motivaciones políticas. Aún es pronto para cerrar todas las heridas. Algunas no cerrarán nunca. Aunque principios como la petición de perdón, el reconocimiento del daño, la justicia restaurativa y la verdad, pueden hacer mucho bien.
En el País que habito, dentro del País que habitamos, vamos a ir a votar sin amenazas de muerte. Ya lo hemos hecho muchas veces. Han pasado los años. Los buenos ganamos y ahora toca reconciliarnos. No sobre la premisa de vencer, como en la posguerra española. Sobre las premisas que he mencionado y que forman parte de los principios nobles de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, recientemente recordados por su presidente. Porque siento la libertad de votar libre. Lo de la cerveza y la libertad nunca dejé de practicarlo. Pero lo primero, la verdadera libertad, no la de los bares abiertos, aún me resulta novedoso. Creo que es la primera vez que en mi Territorio Histórico, mi provincia, Bizkaia, siento que el candidato de esos que antes apoyaban al mal, es un señor que siempre estuvo del lado correcto. Y pienso que ha dejado de nevar en Vitoria y circulamos libres. (Gracias A.O. y J.E. Merecíais el Nobel de la Paz, pero Euskadi no es Irlanda).
PD.- Gracias por tu tiempo de lectura y por soportar mis ausencias escribanas. A ver si no tardo otro mes y medio. PAZ.
Cuando escribes porque quieres, se nota, se disfruta y se aprende de tus letras. Tárdate lo que quieras si cada vez que escribas te queden joyas para leer como esta. Saludos y sincero respeto Pedro. Gracias.