Dos veces 12 de marzo 🎂
Mi hijo y mi padre (o viceversa) coinciden hoy en el aniversario de su nacimiento
Tres hombres y un destino👨🏻🦳🧔🏻♂️👦🏻
Mi padre primero (1945) y mi hijo, bastante después (2004), vinieron a nacer el mismo día. Uno como hoy, 12 de marzo. Así que hoy, con mi padre en la distancia nazarí de viaje, y mi hijo en la cercana lejanía de la quincena en que vive con su madre, toca celebrar la vida, tras mi propio cumpleaños (55) del pasado 7 de marzo. Como posiblemente ya me hayas oído, los Sánchez de esta familia, nos concentramos al nacer en torno a esa nebulosa mágica de los horóscopos, en el signo de piscis. Eso incluye al Asua de la familia, mi sobrino Víctor, que cumplió sus 13 el pasado 26 de febrero.
El 12 de marzo de 1945 data la historia que fue asesinada Ana Frank, la escritora judía que dejó a la posteridad su diario, donde relataba el encierro en su buhardilla de Amsterdam 🇳🇱 , para evitar lo inevitable: su deportación a un campo de exterminio a manos de los nazis. Había sido trasladada a Auschwitz en noviembre de 1944, junto a su hermana Margot. Ese mismo día, en un pueblo de la serranía de Málaga, nació mi padre. Antonio. Hijo de Pedro y Margarita. El abuelo Pedro casó con Margarita en segundas nupcias y no tenía hijos del matrimonio anterior, del que había enviudado.
Mi abuelo homónimo murió 14 años después, en 1959, quedándose mi abuela Margarita al cuidado de una buena “pila” de criaturas. Algunas ya mayores, como la tía Isabel o el tío Pedro, ambos más de 20 años mayores que mi padre, el pequeño. Su nombre y su viudedad, con Pedro, Isabel, Paco, Miguel, María, José y Antonio (y Juanillo, que murió niño) a su cargo, nombraron la saga familiar de “los Margaritos”. Esto fue en Los Baños de Carratraca, un pueblo blanco, balneario de aguas sulfurosas, buenas para la piel por vía tópica y para el riñón por vía oral.
Un par de años después del fallecimiento del patriarca, con la familia arruinada por su larga enfermedad, los pequeños -José y Antonio- emigraron a Bizkaia❤️, entonces solo Vizcaya. El resto de hermanos lo intentaron, pero el proceso migratorio pudo con ellos. Casi como los ictus en su vejez. La propia Margarita, fallecida, como sus hijos Pedro, Isabel, Miguel y Paco. Todos de un accidente cerebral. Supervivientes a estos eventos cerebrales mi tío José con uno en su haber y mi propio padre con dos. De mi tía María no lo recuerdo. Ella vive ahora en una residencia en lo alto de un conocido monte de Bizkaia. Todos, excepto María y Antonio, terminaron volviendo a la serranía de Málaga.
Hoy, mi padre, como me dijo hace justo dos meses en un paseo por el barrio, convenientemente grabado para un episodio de Bala Extra, es más vasco que andaluz, aunque no reniega de su tierra de nacimiento, en cierta forma la recuerda como un lugar donde quienes poseían la tierra poseían a las personas. A mi padre la industria vasca le hizo libre y le permitió colaborar en mi llegada a la vida.
De generación en generación
Me salto una. La mía. De mi ya hablo bastante en el pódcast diario e incluso aquí. Sabéis de mi matrimonio con Teresa (siempre Maite para mi). Hija de una estupenda riojana del mismo nombre, que ya no está con nosotros, y de Carlos, hijo de ferroviario. Nacido y criado en cualquier parte por donde el tren pasara en la España franquista. Bilbao, La Rúa, León, Irún, algún lejano pueblo de Andalucía interior que no recuerdo y, sobre todo, Miranda de Ebro. La ciudad donde la vida atravesó a los abuelos maternos de Guille y se enamoraron.
Con esa fantástica mujer que es Teresa, compartí mi juventud y mi primera madurez, hasta nuestro divorcio ahora hace 16 años. Y como colofón a nuestra vida juntos nació Guillermo. Su 12 de marzo fue muy distinto. Pero las malas personas, igual que 59 años antes en Auschwitz, seguían haciendo daño a lo largo del planeta. Con una especial parada, de tren, un día antes, el 11 de marzo de 2004, en el corazón de Madrid, la capital de nuestro país. 193 víctimas inocentes en las Cercanías de Renfe, “caídas” bajo el yugo del extremismo religioso y la ceguera moral.
Los periódicos se llenaron de terribles y enormes titulares el día en que, por la tarde, me nació mi único hijo. Parido por su madre. Mediante cesárea, porque su corazón sufría mientras tragaba meconio en esos últimos momentos, antes del empujón final. Junto a San Mamés, en ese hospital bilbaíno de Basurto, que tanto recorre mis creaciones. Cientos de familias, medio mundo y un país completo, llorando la muerte y el dolor. Y yo celebrando el momento más importante de mi vida.
Guillermo era pequeño, frágil, y me lo entregaron envuelto en ropas de hospital, mientras su madre era cosida en el abdomen. Me lo dejaron bajo una lámpara calentita y con un gorrito en la cabeza como un insumiso levantando su hoz en el asalto a La Bastilla 🇫🇷 . Lo cogí en brazos. Lloré de emoción. Le dije a la puericultora que me lo entregó que tenía la profesión más bonita del mundo.
Informé a Guille de que había nacido, que estábamos en Bilbao, que le queríamos y que éramos del Athletic. Esto último no lo oyó bien, aunque el fútbol sea ahora tan importante en su vida. El blanco y el rojo pronto se volvieron azul y grana. ¿Quién puede reprochárselo con un Barça para la historia durante toda su infancia?
Desde entonces mi vida cambió todo el tiempo. Quiero decir que no dejó de cambiar en ningún momento. Ahora, hoy, Guille ya tiene unos magníficos 19 años, es un gruñón, me dice “pesado” con razón y le quiero más que a nadie.
Si mi padre es mi primer 12 de marzo, él es el segundo. Habla euskara , una lengua de la que posiblemente nadie conocía de su existencia en Carratraca o Auschwitz, aunque las tropas aliadas estadounidenses la usaran mediante los pastores vasco-americanos de Idaho alistados en la II Guerra Mundial, para “encriptar” sus comunicaciones en el Pacífico y ganar una batalla clave 🇺🇸-🇯🇵, asaltando la isla de Guadalcanal 🏝️.
Felicidades, padre e hijo.
Pero qué bonita la Nius de hoy. Zorionak para los dos, y larga vida!
Zorionak biei, 🎁 ta baita zuri ere, berandu xamar baldin bada ere.