Primero, la atrocidad… ☢️
Era julio de 1946. Los EEUU, flamantes ganadores de la II Guerra Mundial, (junto a otros, pero los estadounidenses ya tenían el relato de su lado: cine, novelas, capitalismo, consumo, etc.) querían seguir perfeccionando su arma definitiva. La bomba nuclear.
Tras Hiroshima y Nagasaki como prueba de fuego -nunca mejor dicho-, tocaba seguir practicando. Y antes que el desierto de Nevada, llegaron las pruebas en el Atolón Bikini en las Islas Marshall, en el Pacífico, entre Hawai y Australia, que estaban bajo su jurisdicción. La de 1946 fue la primera de 67 detonaciones en total.
La peor de todas, la más potente -quizás la mejor para quienes probaban- fue la conocida como Castle Bravo. Con mil veces la potencia de la de Hiroshima, evaporó varias islas.
Más de seis décadas después, los niveles de contaminación radiactiva siguen presentes en un archipiélago con 70.000 habitantes, que no podrán volver a sus hogares ancestrales. Según un artículo de BBC en español, Tres nuevos estudios de la Universidad de Columbia en Estados Unidos constataron que los niveles de radiación en algunos puntos de las Islas Marshall siguen siendo más altos que en Chernóbil y Fukushima.
En este momento de mi vida, empiezo a torcer mi visión socialdemócrata verdecilla de que el átomo es lo peor como fuente de energía y lo vislumbro como una alternativa al carbón, junto con la reducción del consumo y la implantación de las renovables. Pero nunca entrará en mi cabeza que la fuerza de la fusión nuclear se desate como arma contra cualquier ser humano, ni tan siquiera probándola en cualquier lugar de nuestro planeta. ¿En qué estaban pensando las potencias atómicas?
…luego la prenda a la que dio nombre 👙
Coincidiendo con aquella primera explosión en Bikini, Micheline Bernardine lució en público más palmito de lo que la sociedad puritana de los 40 estaba acostumbrada. Era en la mítica -que no típica- Piscina Molitor y se trataba de un concurso de belleza. Micheline era una stripper, ya que ninguna otra modelo se atrevió a mostrar tanta piel. El desfile era de Louis Réard , pero podríamos decir que la idea original no. Él solo la perfeccionó. Ya existía un traje de baño femenino de dos piezas, curiosamente bautizado por su diseñador, Jacques Heim, como Atome, por lo pequeño de sus dimensiones.
Entre el átomo, la explosión atómica del atolón y las observaciones de Réard a las mujeres en las playas de Saint Tropez, enrollándose sus trajes de baño para que el sol bronceara más centímetros cuadrados de su piel. Así nació el biquini. Impúdico a los ojos de aquella época y completamente normalito para los tiempos que corren. Tengamos en cuenta que hoy para hacer un biquini se utiliza menos tela que el agua que Sabina añade a sus güisquis.
Visita la preciosa historia completa del nacimiento de una icónica prenda hecha con cuatro triángulos de tela en este artículo de Yorokobu.
El tiempo es relativo: las vacaciones vuelan ⌛️
Y aquí llegamos a otro elemento central del verano. Y central del centro del verano simbólico, que es agosto -en el hemisferio norte, claro-. Qué rápido pasa el tiempo cuando lo pasamos bien. La relatividad en la percepción del tiempo.
Según una investigación publicada en The Journal Of Neuroscience, algunas neuronas pueden cansarse cuando se las somete de forma repetida al mismo estímulo. De esta forma, cuando nos aburrimos, el tiempo tiende a percibirse como más largo.
De alguna forma me estoy contradiciendo. Pero me interesa tirar de este hilo, más allá de las investigaciones de Masamichi Hayashi y Richard Ivry, investigadores de la Universidad de California en Berkeley. Si en vacaciones no hago nada y me aburro, el tiempo se me pasa despacio. Pero después tengo la sensación de que las vacaciones han sido un soplo y no me han dado de sí.
Por el contrario, si programo muchas actividades para las vacaciones, el tiempo pasa volando. Pero a mi vuelta a la cotidianeidad tengo la sensación de llevar lejos de ella meses y de haber dado la vuelta al mundo. Y lo mismo me ocurre los fines de semana en que puedo perder de vista el trabajo u otras cuestiones cotidianas. ¿Te pasa algo parecido?
El euskara en mil palabras 📖
Oporrak son vacaciones. Pero más interesante es descubrir que, como en cualquier sociedad rural, (el euskara es una lengua que bebe de lo rural y tira de neologismos o extranjerismos para lo moderno) el verano ocupa un lugar central en la lengua vasca y en su calendario. Si verano es uda, la primavera es un verano nuevo -udaberria- y el otoño es el final del verano -udazkena-. Ahí lo dejo. Para pensarlo.
Epílogo 🔚
Antes que nada una fe de erratas muy gordas: la semana pasada, en la versión que os llegó por correo -el post en la web está corregido- al atleta se le calló el taparrabos. Debo aclarar que ni el rabo ni el taparrabos emitían ningún habla en la Grecia Antigua. No calló el taparrabos, solo se cayó al suelo, dejando aquello a la vista del público. En estos momentos no tengo información para poder aclararos si se quedaron callados, con la boca abierta o gritaron desaforadamente en medio de la excitación del momento. Así que. como no tengo la seguridad, me callo.
Gracias una semana más por la extraordinaria acogida. Por favor, si te gustó, comparte en redes o, mejor aún, reenvía el correo a alguien que creas que le puede gustar.
Las fotos de La Nius son obtenidas de Pixabay, sin atribución. Excepto la de la siguiente sección, que siempre es mía.
La foto 📸
Verano by night. Foto elojoqueves. iPhone 11Pro. Modo noche.